Los viajes de negocios se han convertido en un rutina predecible para mi, requieren cada día de menos planeación, y por lo tanto, me generan relativamente poco estrés. Sin embargo, no hay duda que seguir una dieta diferente a la mayoría de la población se vuelve un poco más complicado cuando uno no está en casa.
Las siguientes reglas me han ayudado a que el proceso sea más fácil:
1. Me he olvidado de la comida del avión. La verdad, para cualquier viaje de menos de 4-5 horas, no es necesario comer a mitad del viaje. Por mala que sea la comida en el aeropuerto de salida o llegada, hay más opciones que en la mayoría de los aviones. Aún mejor sería preparar comida para llevar desde la casa pero para mí el proceso de cargar con un traste sucio de comida es algo complicado para un viaje de negocios. Hasta hace poco, mi costumbre era llegar al aeropuerto con apenas suficiente tiempo para correr a la sala para abordar. Mi proceso ahora consiste en llegar al aeropuerto, hacer check in, y luego tomarme una hora para comer algo en el aeropuerto. Un filete de pescado o una pechuga con verduras se puede encontrar en casi cualquier lugar.
2. Snacks: en mi maleta de mano siempre cargo dos o tres snacks para comer durante el vuelo, en el taxi, etc. Una manzana, unas zanahorias y una bolsita con nueces o almendras son fácil de cargar y una solución perfecta para la típica demora de una hora y media adentro del avión.
3. Uno de los principales problemas es como lidiar con el desayuno. Los buffets y restaurantes de los hoteles casi siempre cuestan un ojo de la cara pero las opciones de lo contrario suelen limitarse a panes y café, especialmente cuando confío en comer lo que haya en la conferencia, junta, o evento al que me dirija. Siempre que se puede, intento desayunar un par de huevos y una fruta en el hotel o en algun restaurante cercano. No es solo por el desayuno pero uno de los problemas de los viajes de negocios es que es difícil predecir mi itinerario y un buen desayuno evita el ataque de hambre cuando el almuerzo se demora y alguien saca unos pretzels, una bolsa de papas o unas donas para aguantar.
4. Para la comida y la cena hay más opciones pero comer ensalada de pollo sin aderezo en el mismo lugar de sándwiches todos los días aburre a cualquiera. La clave para mi no es tanto el lugar sino la variedad; casi cualquier restaurante por tradicional que sea ofrece alguna opción y mientras haya variedad, mínimo uno de cada dos días encuentro una maravilla en donde menos la esperaba. Una de las consecuencias inesperadas de mi cambio de alimentación ha sido que al forzarme a dejar de comer lo mismo todas las noches, me ha invitado a probar nuevas opciones que nunca antes hubiera probado. Mis viajes de negocios pasaron de alitas empanizadas o hamburguesa todos los días, a un día mariscos, un día carne, un día pescado, etc….
Todo esto se complica en algunos viajes internacionales en los que tengo menos control de a donde como y que puedo pedir. Por ejemplo, en viajes a Asia o al Medio Oriente, la costumbre es que el local pida la comida y el huésped amablemente acepte todo lo que se le presente. ¡Lo interesante es que los principales problemas son cuando mis anfitriones intentan ofrecerme una comida “occidental” y me llevan a comer un lugar de pizzas o hamburguesas! Por lo general, la comida tradicional de casi cualquier lugar presenta muchas opciones; por ejemplo, en el medio oriente se come mucha carne de res, pollo o cordero, al igual que muchas verduras. Por lo general no es difícil escaparme del pan y concentrarme en los platos principales.
¡Y bueno, para ese viaje ocasional al otro lado del mundo, creo que un buen humus con pan tradicional lo perdona cualquiera!
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